Se nos va el otoño entre noticias de que el mundo será gobernado por un showman desde su cuenta de Twitter, vivimos un repunte en el número de fallecidos haciéndose selfies127 en los dos últimos años— y todo ha cambiado al fin en España, para seguir igual. No parece una mejora con respecto al verano, cuando la actualidad nos abrumaba con el avance de los populimos en países que creíamos educados, atropellados buscando Pokémon y jóvenes practicando blanqueamientos anales, una moda que llegó con demostración televisada incluida. A veces cuesta no pensar que todo se va a la mierda.

Tantas noticias desoladoramente absurdas te deja con la duda de si nos estamos volviendo más idiotas o ya lo éramos, sólo que ahora compartimos nuestras idioteces más, propagando la sensación de que vamos a peor. Uno cree que realmente está sucediendo y que Somerset Maugham tenía razón cuando decía que nuestra condición normal es el estado inferior de la civilización y que sólo somos capaces de elevarnos por encima del polvo durante cierto tiempo.

Somerset reflexionaba sobre la tendencia a la decadencia de la condición humana mientras contemplaba el esplendor grandioso de Angkor Wat. ¿Cómo es que, habiendo conocido -e incluso construido- lo sublime, el ser humano termina conformándose con lo cómodo y lo mediocre? “¿Es que las circunstancias, o tal vez su genio, el genio individual, lo educan durante cierto tiempo a remontarse a unas alturas en las que no puede respirar fácilmente, por lo que prefiere bajar a la llanura conocida?”, se preguntaba el escritor en El Caballero del Salón.

Viendo esta irrupción de líderes cada vez más ignorantes, y su capacidad para propagar su estupidez como nunca antes, hay que ser muy optimista para no pensar que todo es susceptible de empeorar. Es probable que en unos años echemos de menos a los políticos que tenemos ahora, por muy egoístas, ignorantes y golfos que nos parezcan. Que miremos atrás y creamos que la literatura decía más y mejores cosas. Que las conversaciones eran más interesantes y los lugares más auténticos. Que echemos de menos noticias que hoy nos parecen absurdas, aunque sólo sea porque las que están por llegar lo serán aún más.

Si levantara la cabeza, Somerset se preguntaría si hemos tocado fondo y estamos listos ya para remontar. Pero no: probablemente llegaría a la conclusión de que nos queda una larga travesía por la llanura conocida y que nuestro viaje está lleno de riesgos, incluido el de perecer en el intento de lograr el mejor selfie.