No es la melena. Tampoco Podemos, el pegadizo nombre de su partido. Ni siquiera su capacidad de oratoria o su carisma, aunque Pablo Iglesias es infinitamente mejor comunicador que cualquiera de sus rivales. Los tertulianos de la derecha son arrojados al plató como si fuera el foso de los leones y él los devora sin despeinarse, incluso cuando le abandona la razón o tropieza en la contradicción. Pero tampoco es la debilidad de los oponentes su gran secreto. El verdadero secreto de Pablo Iglesias es haber entendido que en un país cada vez más inculto y superficial, donde toda una generación ha sido educada en la telebasura y el griterío, el héroe moderno nace en horario de máxima audiencia. Era cuestión de tiempo que España produjera una versión masculina, culta y política de Belén Esteban. Sigue leyendo