Quién recuerda ya los tiempos en los que uno podía pasar el día sin saber si el vecino, compañero de trabajo o amigo había comido paella o habichuelas, se había acostado a las tres o a las cinco, solo o en compañía. Facebook te cuenta su estado de ánimo, la comunión de su hijo o cómo de borracho pasó el fin de semana, foto con la corbata colgada de la oreja incluida. Lo difícil no es creer que los gobiernos traten de averiguar qué hacen sus ciudadanos, como revelan las últimas noticias de espionaje, sino que necesiten grandes esfuerzos para hacerlo.
Airear la intimidad propia ha alcanzado estatus de carrera profesional en países como España: reparte empleo estable e incluso posición social entre un creciente número de frikis que no han leído a Gore Vidal, pero siguen con devoción su consejo de nunca dejar “pasar la oportunidad de practicar sexo o salir en televisión”. La red les ofrece la oportunidad no ya de vender su privacidad, sino de regalarla. Y están en su derecho.
El problema no es que la mayoría esté dispuesta a compartir su intimidad, sino que se haya atribuido el derecho a compartir la del otro. La adolescente canadiense Amanda Todd es un caso extremo que sin embargo viene repitiéndose: se suicidó el año pasado después de que circulara en las redes sociales una foto suya con los pechos desnudos. Sus compañeros de escuela pensaron que sería gracioso enviársela a otros amigos, estos a unos cuantos más y aquellos a otros. Fue marginada en el colegio, ridiculizada y arrojada a la pira digital. “Nunca podré recuperar esa foto”, escribió Amanda antes de quitarse la vida. “Está ahí para siempre”.
Va a ser difícil exigir a gobiernos y empresas tecnológicas que no espíen nuestros movimientos en la red, recogiendo información sin autorización, cuando asisten a la docilidad con la que hemos renunciado a la intimidad, enviando el mensaje de que ha dejado de importarnos. Más que a ese Gran Hermano gubernamental, que siempre ha estado ahí, habría que temer a esa insaciable portera digital en la que hemos convertido Internet.
Estamos en una sociedad totalmente narcisista dónde casi todas las posibilidades de las nuevas tecnologías se utilizan para chorradas. Supongo que le habrá pasado a más personas: estar en una mesa comiendo o tomando un café y estar casi todos con el móvil como locos charlando con personas que no está allí. Y las cosas que se ven por Facebook son muy representativas de la sociedad en la que vivimos. todos obsesionados con mostrar cosas de nuestra intimidad que no se las enseñaríamos a casi nadie en persona.
Una miniserie como Black Mirror retrata muy bien esta deriva.
El caso de Amanda muestra como la sociedad ha seguido la senda del progresista. Si ustedes siguen el caso encontraran que la madre de la chica ahora esta en lista de personas que hacen la diferencia!!! (?) y da discursos.
Que puede dar ella como ejemplo?
Yo creo que haria diferencia si primero no promoviera la recogiera de fondos y segundo si promoviera mayor responsabilidad en la crianza de los hijos.
Esa mentalidad que tiene esa clase de gente de evadir su responsabilidad en la catastrofe creada, emergergiendo como simbolo social promovida, por los medios que aman esta clase de historia.
Ahora es la vocera de recolectar fondos de ayuda para el acoso. Pero yo me pregunto si recoger fondos ayuda a:
1. Hacer conscientes a los padres de su irresponsabilidad
2. De hacerle saber a sus hijos la valia que tienen
3. De saber que las decisiones que toman traen consecuencias
4. Que los criminales no obedecen leyes - aunque estoy de acuerdo en que este deleznable crimen sea incluido en los codigos penales
5. Que la responsabilidad de la crianza de los hijos es de los padres no de los gobiernos
6. Que hay multiples maneras de disfrutar la vida, y maravillosos placeres que no se encuentran en la red.
Esta señora es un fiel representante de cualquiera de esos individuos que bajo cualquier circunstancia se escuda en el gobierno y se autoproclaman como victimas, cuando en realidad han sido sus verdugos.
Esta es la clase de gente que gritan a los cuatro vientos los “derechos civiles” pero que ni siquiera se atreveria a nombrar las correspondientes obligaciones y ahi la tienen ahora posando de victima- heroina.
Nunca es deseable que cosas como esas pasen, pero ese tragico evento dice mucho mas de los padres que al final son los que en buena parte son la representacion de la sociedad.
Si un gobierno decide obviar la privacidad de ciudadanos, creo que tenemos que plantearnos, qué es lo que el quiere ocultar. Si desea saber de mi, que hago o dejo de hacer para evitar que haga un atentado terrorista, primero que sean trasparentes, se dejen de someter a la gente a sus decisiones y deseos de señores poderosos, que intenten escuchar lo que la gente si quiere decir, se les tenga en cuenta, en ese momento, ¿quien va a querer atentar contra ningún gobierno que te cuida, te tiene en cuenta, y busca el interés de todos…? Utopía…?
peor, amigo mío: el confundir cada vez más la intimidad con el individualismo. Y que todo se reduzca al lamentable teatro de nuestros egos (con la venia; creo que viene al hilo: http://miguelton.blogspot.com.es/2013/06/cambiar-la-vida_16.html )
Un abrazo (y gracias por decir frecuentemente lo que para tantos es incómodo, en ciertas posiciones)
Pingback: La portera digital | Lo que pienso cuando pienso sin pensar
efectivamente, has dado en el clavo. El problema no es ya el que tu cuides de tu intimidad, sino lo que hacen con ella la gente que te rodea, especialmente nuestros hijos, sobrinos etc. que viven en una espiral continua de exposición publica y lo ven hasta normal.
Si tenemos en cuenta que el temible “Gran Hermano” da nombre a un eterno programa de televisión, todas las perversiones (como las denunciadas en este estupendo post) son posibles.
Lo bueno y breve….