La culpa es nuestra, también. Porque votamos una y otra vez a los dos principales partidos sin importar lo que hicieran, simplemente porque eran de nuestro bando. Porque fuimos al banco y pedimos un crédito que no podíamos pagar, para que nos envidiaran por lo que teníamos, no por lo que hacíamos. Porque en tiempos de bonanza asistimos impasibles al derroche del dinero que pusimos en manos de los gobiernos, sin preguntarnos si cuadraban las cuentas. Porque premiamos con las mejores audiencias a los programas de televisión más zafios y convertimos en iconos nacionales a los más mediocres, marginando a quienes buscaban la excelencia.
Culpa nuestra porque enviamos a los políticos la señal de que nos importaba más un partido de fútbol que la aprobación de una ley, aunque sólo lo segundo pudiera afectarnos. Porque nos dejamos engañar y pagamos viviendas al triple de su valor real, seguros de que algún día podríamos venderlas aún más caras. Porque nos encerramos en el provincianismo y nos repetimos que como en España no se vivía en ningún sitio, a menudo sin haber vivido en ningún otro sitio. Porque decidimos creer a presidentes que nos aseguraban que estábamos a la cabeza del mundo desarrollado, cuando apenas liderábamos su cola. Porque nos negamos a escuchar a quienes advertían que lo nuestro no podía durar y seguimos a ciegas a los que repetían que duraría siempre. Porque sólo nos hemos indignado por la crisis cuando ha llamado a nuestra puerta, ignorándola mientras empobrecía a otros. La culpa es nuestra, también.
[…] de Ahorro y bancos. Televisiones públicas, nacionales, regionales y locales… Y ahora nadie tiene la culpa de los excesos cometidos en la gestión de muchas de […]
Me gustaría aportar una opinión interesante al respecto, de dos técnicos en la materia, a ver que os parece:
Las mentiras de la austeridad
Tras la necesidad de llevar a cabo ajustes se esconden equívocos, contradicciones e intereses.
Fernando Luengo y Jorge Uxó son profesores de Economía en las Universidades Complutense de Madrid y de Castilla-La Mancha, respectivamente, y miembros del colectivo econoNuestra (http://econonuestra.org).
La crisis se agrava pero, paradójicamente, las políticas reproducen las viejas ideas e intereses que provocaron los problemas actuales. La “austeridad presupuestaria” es la espina dorsal de las estrategias económicas de los gobiernos, como si ahí residiera la causa principal de la crisis y la restricción más importante para superarla. Se presenta como inexorable y con el aval de la racionalidad económica, pero tras ella encontramos equívocos, contradicciones y fuertes intereses.
¿Quién puede oponerse a la “austeridad” y a un uso razonable de los recursos, a mejorar la gestión de lo que es de todos y para todos —lo público—? Ser austeros, evitar el despilfarro, debería formar parte de nuestro código moral más íntimo. Pero el lenguaje no es inocuo y se maneja con evidente intencionalidad: nos traslada que la crisis económica es el resultado del despilfarro público.
Nada más lejos de la verdad. Las finanzas públicas se encontraban en una situación saneada antes de que irrumpiera la crisis económica. Y no tenemos en España un Estado del Bienestar inasumible que haya que “racionalizar” (el peso del gasto social en el PIB es inferior al europeo). En cambio, las sucesivas rebajas fiscales, de las que no todos se beneficiaron por igual, nos privaron de importantes ingresos tributarios.
Los problemas del despilfarro cobran todo su sentido cuando se refieren a la esfera financiera más especulativa. ¿Por qué no se aplicaron políticas prudentes (austeras) ya antes de la crisis, cuando lo aconsejaban el endeudamiento privado y la especulación financiera? Las ganancias que se podían obtener del despilfarro eran demasiado importantes y los grupos ganadores, lejos de practicar la austeridad, imponían políticas permisivas. Y aún creíamos en las bondades de la desregulación financiera. Tampoco se observa la preocupación por la austeridad en los recursos proporcionados por las Administraciones Públicas para ayudar a los bancos, o en las remuneraciones de los altos directivos de las empresas y los pagos a los grandes accionistas, o en las fortunas millonarias que alimentan los mercados especulativos, donde se obtienen enormes beneficios con una aportación fiscal desproporcionadamente baja.
El mayor déficit
es consecuencia
de la crisis y no su desencadenante
El aumento del déficit público ha sido el resultado de la propia crisis, no su desencadenante. La caída del crecimiento ha mermado los ingresos fiscales mientras que, en paralelo, se han canalizado enormes recursos a las instituciones financieras. Pero apenas se han aplicado controles o se han exigido contrapartidas para impedir que se utilicen en beneficio de directivos y accionistas, o, más lacerante aún, para especular contra las deudas soberanas.
Otra falsedad es que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y ahora toca hacer un esfuerzo colectivo de austeridad”. Este mensaje elimina las diferencias sociales, como si todos hubieran tenido la misma capacidad de endeudamiento o de capturar las rentas generadas por las burbujas, o como si los recortes no estuvieran afectando especialmente a los más vulnerables. Y se desliza además que “todos” somos corresponsables de la crisis, quedando sepultada una explicación más profunda que enfatiza precisamente las desigualdades como un elemento central. Lo cierto es que el endeudamiento y las burbujas han constituido un formidable negocio para algunos -bancos, grandes empresas y fortunas- y que la generalización de la deuda fue la otra cara de las políticas de contención salarial, permitiendo expandir el consumo y aumentar los beneficios empresariales.
La crisis y la “vigilancia” de los mercados financieros se utilizan como coartada para desprestigiar lo público, para impulsar la privatización de los servicios básicos, para modificar el modelo del Estado de Bienestar y las relaciones laborales, para recortar derechos. Si no lo remediamos, estas medidas alargarán la recesión provocando un sufrimiento innecesario a la población (¿existe mayor despilfarro que el paro?) y tendrán un carácter difícilmente reversible a medio plazo.
Lo que David hace en esta entrada es generalizar lo que la gran mayoria de los españoles ha hecho,esta claro que a mas de uno se nos ha caido la venda de los ojos, a algunos mas pronto y a algunos mas tarde, yo no voto a ninguno de los 2 grandes partidos, no veo telebasura y me desconcertaba la manera de endeudarse que tenia gente a mi alrededor, me gusta el futbol, pero tengo unas ganas tremendas de que hacienda empiece a trincar a todos los clubes (que son casi todos) que deben cifras millonarias, tengo una hipoteca, pero tiene una letra asumible que no me hace entregar una nomina entera cada mes para poder pagarla,sin embargo, se que esta no ha sido la manera de actuar de la mayoria de la gente que ha vivido como dicen mas arriba al ritmo de «¡que viva la fiesta!» y sinceramente, asi nos va.
El problema es que no hay cauce para manifestarse, hay que cambiar la ley electoral, pero quien le pone el cascabel a ese gato bipartidista que no hay quien lo apee, ese podrías ser tu próximo blog.
Siempre voté a partidos minoritarios, nunca me endeudé con el banco, saqué buenas notas en el cole (pese a sufrir las reformas educativas), defendí mis valores cuando me manifesté contra una guerra injusta, cuando rechazé BOLONYA, cuando defendí una democracia real. Me licencié dignamente, hice un máster después, (mientras algunos amigos decidían sumarse al carro) y todo, ¿Para qué?. Creo que ni yo ni los que vienen por detrás son culpables de este panorama, de hecho no nos ha dado tiempo a ser partícipes.
Lo hecho, hecho está, ahora hay que dar paso a las soluciones.
Yo soy Escocés David, y la polticica ea igual ahi, y creoque en todas de Paises Democraticas Occidental. Anoche hemos vistada la pelicula acerca Sarah Palin durante los eleciones en USA. Ahora Democracia es puro Marketing, celebrity por populismo. Public Relations cuenta mas que inteligencia, y la mayoria sinceramente piensa lo mas guapo/a es lo mejor….como Toni Blair. La problema, es Democracia en la forma como es ahora.
Mi gusta mucho su blogs!
Norman.
Asi es…Dn David…..asi es;»El triunfo de los mediocres» .-de tu pluma.-
Hale, David, que hoy sí le has pisado el callo a más de uno. Concedo en que todos tenemos nuestra parte de culpa; claro que algunos tienen más culpa que otros.
Yo estoy cien por cien de acuerdo. Y aunque como muchos de aquí sacan pecho diciendo que no son culpables todos lo somos, porque de una forma u otra hemos entrado en el juego. Hemos comprado pisos imposibles de pagar, hemos aupado a famosos que han cobrado verdaderas fortunas por ser menos que mediocres, hemos aplaudido el analfabetismo y el lenguaje barriobajero de algunos programas de televisión, y no menos alucinantes esos ciudadanos que vitoreaban o aplaudían a los supuestos políticos corruptos que desfilaban por los juzgados. Sin olvidar que hemos elevado al máximo nivel de casta a los políticos, peor con el agravante de ser mediocres en un 99% dándoles un poder que ahora no quieren soltar ni locos, como muestra basta decir que hay más políticos que médicos, bomberos o policías juntos y el doble que en muchos países y no han tomado una sola medida para aquí si RECORTAR. Que curioso que de lo único que sobra en este país sea donde no se hace recortes, pero tampoco es tan raro, estamos ante un pais en estado de shock sin reaccionar y eso si señores es culpa de TODOS sin excepción.
No generalices, yo no me identifico con la masa que entró de hoz y coz en el juego del consumismo desaforado.
Te pongo un ejemplo de muchos años ha. Recuerdo que discutí con un profesor a cuenta de recurrir sistemáticamente al endeudamiento para crecer (me refiero a empresas). Y puse el ejemplo de la francesa BIC, que sólo crecía en base a recursos propios.
Una cosa es endeudarse puntualmente y para algo concreto (y asumible) y otra convertirlo en una práctica habitual.
No veas cómo me fulminó con la mirada. Que si el endeudamiento era imprescindible y demás.
Ni puñetero caso me hicieron en la vida real a quienes les advertía que no debían hipotecarse por aquello de la burbuja, cuando era más que evidente en esos momentos. Recuerdo que ya en el 2006/7 el Banco Santander inició una campaña publicitaria para transferir la hipoteca. Lo llamativo era la letra pequeña: sólo se aplicaba a las hipotecas anteriores al año 2002. Bien sabían de la burbuja y que todos los hipotecados desde el año 2002 iban a sufrir pérdidas patrimoniales, al valer mucho más la hipoteca subscrita que la valoración de la propiedad.
Un argumento adicional que usé en mis advertencias, pero siguieron sin hacerme caso.
A ver ¿cuántos de los comentaristas y lectores de esta bitácora están al tanto de la buena información económica? ¿Cuántos minutos dedican al día a ella? Pues eso, en este país -también llamado España- la mayoría cree que todas las opiniones son igualmente válidas, que los números son relativos y demás estupideces habituales de todos aquellos que opinan y opinan sin tener los conocimientos necesarios.
Y sí, estoy hartísimo de tanta estupidez y mediocridad. Por su culpa estamos como estamos, mucho mejor de lo que estaremos en el 2013 digan lo que digan.
cuando había pasta para la mayoría, nadie levantaba la voz…
Sí levantaban la voz, pero no se oía por los gritos de euforia de los demás.