De todos los improperios que de vez en cuando dejan los lectores en la sección de comentarios, a veces con motivo, me llama la atención especialmente el de “antisistema”. Uno creía ser todo lo contrario: prosistema. Muy a favor de un sistema donde las leyes se aplican a todos por igual, no en función de la posición económica o política. A favor de un sistema de televisión pública al servicio de todos y no del gabinete de prensa del partido de turno. A favor también del sistema judicial, preferiblemente independiente y sin el compadreo político al que acostumbra. Y a favor, incluso, del sistema financiero: uno en el que los bancos no salgan a bolsa facilitando cuentas falsas para embaucar a los inversores, los grandes banqueros no reciban privilegios para regularizar fortunas no declaradas en Suiza, el consumidor no sea estafado y las entidades no dejen en la calle a quien se retrasa unos meses en el pago de la hipoteca, mientras reciben ayudas de sus impuestos.
Diga usted algo de esto y le llamarán antisistema. Es más: se lo llamarán los políticos, banqueros, empresarios, golfos y trincones que más han hecho por corromper el sistema. La confusión carecería de importancia, si no fuera porque esconde la más trágica de las consecuencias de la crisis: los millones de parados, los sacrificios impuestos, la destrucción de sueños personales, esa generación de jóvenes desperdiciada, el deterioro de los derechos sociales, todo va camino de no haber servido de nada. Se ha recortado en todo, sin reformar nada. Se ha exigido todo, a cambio de nada. Por parte de una casta política y económica que tiene la determinación de mantener el sistema en su actual estado de putrefacción. Queda mucho por saquear. Impunidades por mantener. Corrupciones que tapar. Silencios que comprar.
Quienes controlan el timón saben que el barco presenta graves desperfectos, pero asisten a la zozobra general desde la seguridad del bote salvavidas. Piden a los pasajeros de tercera, los que tienen el agua al cuello, que se sacrifiquen un poco más por mantener la embarcación a flote, dándoles tiempo a arramplar con lo que queda. Y si alguien levanta la voz, o protesta, le dicen airados: «No sea usted antisistema». @DavidJimenezTW
Yo también soy antisistema, como David. Todo un priviligeio compartir tal distinción.
David, hay un texto del catedratico y filósofo FRANCISCO FERNÁNDEZ BUEY que viene al pelo:
Venimos observando que, en los últimos tiempos, los medios de comunicación de todo tipo han puesto de moda el término antisistema. Lo usan por lo general en una acepción negativa, peyorativa, y casi siempre con intención despectiva o insultante. Y aplican o endosan el término, también por lo general, para calificar a personas, preferentemente jóvenes, que critican de forma radical el modo de producir, consumir y vivir que impera en nuestras sociedades, sean estos okupas, altermundialistas, independentistas, desobedientes, objetores al Proceso de Bolonia o gentes que alzan su voz y se manifiestan contra las reuniones de los que mandan en el mundo.
Aunque no lo parezca, porque enseguida nos acostumbramos a las palabrejas que se ponen de moda, la cosa es nueva o relativamente nueva. Así que habrá que decir algo para refrescar la memoria del personal. Hasta comienzos de la década de los ochenta la palabra antisistema sólo se empleaba en los medios de comunicación para calificar a grupos o personas de extrema derecha. Vino a sustituir, por así decirlo, a otra palabra muy socorrida en el lenguaje periodístico: ultra. Pero ya en esa década la noción se empleaba principalmente para hacer referencia a las posiciones del mundo de Herri Batasuna en el País Vasco. En la década siguiente, algunos periódicos a los que no les gustaba la orientación que estaba tomando Izquierda Unida ampliaron el uso de la palabra antisistema para calificar a los partidarios de Julio Anguita y la mantuvieron para referirse a la extrema derecha, a los partidarios de Le Pen, principalmente, y a la llamada izquierda abertzale. Así se mataba de un solo tiro no dos pájaros (de muy diferente plumaje, por cierto) sino tres.
Esa práctica se ha seguido manteniendo en la prensa aproximadamente hasta principios del nuevo siglo, cuando surgió el movimiento antiglobalización o altermundialista. A partir de entonces se empieza a calificar a los críticos que se manifiestan de grupos antisistema y de jóvenes antisistema. Pero la calificación no era todavía demasiado habitual en la prensa, pues el periodista de guardia de la época, Eduardo Haro Teglen, en un artículo que publicaba en El País, en 2001, aún podía escribir: “Las doctrinas policiales que engendra esta globalización que se hace interna hablan de los grupos antisistema. No parece que el intento de utilizar ese nombre haya cundido: se utilizan los de anarquismo, desarraigo, extremismo, agitadores profesionales. Pero el propio sistema tendría que segregar sus modificaciones para salvarse él si fuera realmente un sistema y no sólo una jungla, una explosión de cúmulos”.
En cualquier caso, ya ahí se estaba indicando el origen de la generalización del término: las doctrinas policiales que engendra la globalización. Desde entonces ya no ha habido manifestación en la que, después de sacudir convenientemente a una parte de los manifestantes, la policía no haya denunciado la participación en ellas de grupos antisistema para justificar su acción. Pasó en Génova y pasó en Barcelona. Y también desde entonces los medios de comunicación vienen haciéndose habitualmente eco de este vocabulario.
El reiterado uso del término antisistema empieza a ser ahora paradójico. Pues son muchas las personas, economistas, sociólogos, ecólogos y ecologistas, defensores de los derechos humanos y humanistas en general que, viendo los efectos devastadores de la crisis actual, están declarando, uno tras otro, que este sistema es malo, e incluso rematadamente malo. Académicos de prestigio, premios Nobel, algunos presidentes en sus países y no pocos altos cargos de instituciones económicas internacionales hasta hace poco tiempo han declarado recientemente que el sistema está en crisis, que no sirve, que está provocando un desastre ético o que se ha hecho insoportable. Evidentemente, también estas personas son antisistema, si por sistema se entiende, como digo, el modo actualmente predominante de producir, consumir y vivir. Algunas de estas personas han evitado mentar la bicha, incluso al hablar de sistema, pero otras lo han dicho muy claro y con todas las letras para que nadie se equivoque: se están refiriendo a que el sistema capitalista que conocemos y en el que vivimos unos y otros, los más moran o sobreviven, es malo, muy malo.
Resulta por tanto difícil de entender que, en estas condiciones y en la situación en que estamos, antisistema siga empleándose como término peyorativo. Si analizando la crisis se llega a la conclusión de que el sistema es malo y hay que cambiarlo, no se ve el motivo por el cual ser antisistema tenga que ser malo. El primer principio de la lógica elemental dice que ahí hay una incoherencia, una contradicción. Si el sistema es malo, y hasta rematadamente malo, lo lógico sería concluir que hay que ser antisistema o estar contra el sistema. Tanto desde el punto de vista de la lógica elemental como desde el punto de vista de la práctica, es indiferente que el antisistema sea premio Nobel, economista de prestigio, okupa, altermundista o estudiante crítico del Proceso de Bolonia.
Si lo que se quiere decir cuando se emplea la palabreja es que en tal acción o manifestación ha habido o hay personas que se comportan violentamente, no respetan el derecho a opinar de sus conciudadanos, impiden la libertad de expresión de los demás o atentan contra cosas que todos o casi todos consideramos valiosas, entonces hay en el diccionario otras palabras adecuadas para definir o calificar tales desmanes, sean éstos colectivos o individuales. La variedad de las palabras al respecto es grande. Y eligiendo entre ellas no sólo se haría un favor a la lengua y a la lógica sino que ganaríamos todos en precisión. Y se evitaría, de paso, tomar la parte por el todo, que es lo peor que se puede hacer cuando analizamos movimientos de protesta.
Francisco Fernández Buey y Jordi Mir son Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales (CEMS)-Universidad Pompeu Fabra
Gracias, este texto me ha parecido muy ibteresante, muy apropiado.
Es que lo que describes como sistema no es el que tenemos. Eres «prosistema» del que solo existe la fachada. Por eso con razón te llaman antisistema. Pero a mi no me importa, también me han llamado en alguna ocasión antisistema. Sí, soy un antisistema del actual donde se indulta a poderosos que has desfalcado arcas públicas o cuyos abogados son familiares de ministros, donde la corrupción es endémica y nunca pasa nada, donde se manipulan los medios de comunicación públicos (autonómicos sobre todo), y un largo etcétera. Si es por esto que me llaman antisistema, lo admito sin rubor.
Hastío. A mis 43 años me siendo más que harto de golfos y golfadas; de ver cómo todo sigue igual y los que gobiernan, por los que antaño sentí simpatías, no hacen nada; o no les dejan hacer nada… Sí, yo también me he convertido en un indignado. Dejémoslo ahí… :-(
Estoy de acuerdo David. Me ha gustado especialmente una frase: «Se ha recortado en todo, sin reformar nada.»
Hay que hacer algo. Algo más que simplemente desahogarse. Pero justamente ese sistema imperante no nos permite hacer nada a los ciudadanos.
Yo si soy antisistema. No me gusta el sistema politico-economico-etico en el que vivimos.
Definitivamente me declaro antisistema. ¿Cuando y como comenzamos a cambiarlo?
Es que existen dos sistemas, el que es y el quieren que pensemos que es.
Personalmente me declaro anti sistemas en ambos casos.
Uno es una elaborada red de dominio y el otro una elaborada red de sueños.
Debemos crear un nuevo sistema, basado en la colaboración y no en las jerarquías.
de acuerdo totalmente. Yo creo que, como cuando uno se confunde haciendo punto, le toca deshacer filas y filas tirando de la hebra hasta que llega al punto en el que se equivocó, ahora toca ir deshaciendo el sistema empezando por lo último hasta eliminar lo erróneo y dejar la base que aún sea válida.
Hubo un día en el que el hombre, asentado en un lugar y aprendido a cultivar la tierra para alimentarse, fué capaz de conseguir más alimentos de los que él y su familia eran capaces de consumir, y decidieron comerciar con ese excedente…
Pensemos con sinceridad qué es lo más necesario en nuestras vidas (¿la soberanía alimentaria, tal vez?) y cual es la finalidad de las mismas (¿la felicidad, tal vez?). Y ahora pensemos en cómo el sistema nos hace dependientes de él al hacernos creer que sólo con él y a través de él lo conseguimos (algunos, sólo lo perseguimos).
El sistema se llama dinero, y no es otra cosa que un vale que refleja el excedente (una vez en papel, de menor caducidad que el trigo) conseguido por uno mismo, por los antepasados, por otros individuos contemporáneos o fallecidos, vecinos o de la otra punta del planeta.
El hombre de hace 3000 años, se plantaría en medio del descampado, ese en el que la comunidad de Madrid o el Ayuntamiento prometió poner un colegio, y plantaría su huerto. El hombre de hoy no sabe alimentarse si no es pagando con dinero.
David, me siento muy identificada con tu diagnóstico sobre la situación que estamos padeciendo en los últimos años. Pero no sé cómo canalizar la rabia que me produce. Cómo contribuir a cambiarla.
Carmela Martín
La rabia no hay que canalizarla. Hay que exteriorizarla y convertirla en acciones. Cada uno de acuerdo a sus posibilidades, su forma de ser y su conciencia. Pero nunca «canalizarla».
Jose Saramago: «Es hora de aullar, porque si nos dejamos llevar por los poderes que nos gobiernan, y no hacemos nada por contrarrestarlos, se puede decir que nos merecemos lo que tenemos.»
Saludos cordiales y buen fin de semana.
[…] El antisistema […]
Efectivamente todos, excepto ellos, somos antisistema.
El sistema es solo de unos pocos, de los amigos, sin olvidarnos de ellos. Los demás nos encontramos en un sistema qe no se creo para nosotros, tal vez para hacernos creer que formábamos parte de el, y así, de ese modo, arrancarnos rentabilidad.
Estamos desperezando. El mal sueño es muy real. Tanto que nos mantiene bloqueados.
Buenos dias desde Madrid David
Tantas palabras han pervertido su significado, que no me extraña lo más mínimo que te llamen «antisistema». Al paso que vamos, pronto podrás considerarlo un honor.