No se puede dejar de admirar la perfección del golpe. La habilidad de haberlo llevado a cabo a plena luz del día, sin necesidad de pasamontañas ni pistolas. Hemos terminado entregando el dinero de nuestros impuestos a los mismos bancos que nos embargan, a la vez que se recortaba en Educación, Sanidad o Ciencia. Mientras nos preguntamos cómo ha sido posible, los perpetradores preparan ya la fuga, protegidos por esa coartada infalible que es la impunidad. Sólo les ha faltado dejar una nota firmando la autoría: “El Robin Hood español”, dispuesto a sablear al de abajo para que le siga yendo estupendo al de arriba.
Todo comenzó a cocinarse allá por 1997, cuando el entonces presidente Aznar sentenció aquello de “España va bien”. En una guarida figurada, atraídos por su coincidencia de intereses, se formó una asociación de malhechores compuesta por políticos corruptos, banqueros avariciosos y promotores inmobiliarios sin escrúpulos. En la siguiente década, pondrían en marcha un boom inmobiliario que triplicaría el valor de la vivienda y dejaría entrampado el país.
Mientras los autores del robo insistían que nada podía hacerse contra “la ley del mercado”, en Alemania los precios de los pisos no crecían e incluso bajaban. Y así, en 2007 un apartamento de 90 metros cuadrados en el centro de Berlín costaba 160.000 euros. En Madrid, 600.000. Los políticos alemanes habían legislado decretando leyes que penalizaban la especulación inmobiliaria y protegían a los ciudadanos. Nada parecido podía suceder en Ladrillolandia por la sencilla razón de que el triunvirato que dirigía el país se había fusionado en un único e indisoluble ente. Los políticos eran a su vez banqueros, los banqueros promotores, los promotores políticos, los…
Decenas de Cajas de Ahorros fueron puestas en manos de políticos, que a su vez premiaron con créditos a los promotores, que recibían permisos para construir en suelo recalificado. Los bancos no tenían tenían problema en perdonar las deudas de los partidos, que devolvían el favor mirando a otro lado ante la imposición de cláusulas abusivas en los créditos a familias o ante el falseamiento de sus cuentas…
El resto es historia. La burbuja estalla, la economía se desmorona, millones de personas pierden sus empleos y los políticos, banqueros y promotores se dan cuenta de que peligra el botín. Se pone en marcha la operación para salvarse unos a otros mediante otro gran golpe, más audaz si cabe. Los políticos suben impuestos y recortan en derechos sociales, sin tocar uno solo de sus privilegios. Los bancos embargan viviendas -sin que la gente pueda saldar su deuda con ello- y después las vuelven a poner en el mercado, todavía al doble de su valor real. ¿No es suficiente? El Gobierno coge el dinero extra que ha pedido a sus ciudadanos y se lo entrega en ayudas a esos mismos bancos, permitiendo que sus directivos se marchen con indemnizaciones millonarias. La gran estafa, consumada. Robin Hood a la inversa.
Gracias David, muy bien escrito, muy bien expresado.
Magnifico articulo, no se puede explicar mejor…..pero la impunidad, el bipartidismo y la justicia no es igual para todos….eso no cambia, ni quieren. Q pena d dirigentes.
David, reproduzco a continuacion un excelente y clarifiador artículo descriptivo del momento que estamos pasando.
por Juan Torres López
Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla
«Desde los primeros momentos de la crisis sorprendió que nuestras autoridades afirmaran que los bancos españoles eran los más solventes del mundo, que estaban, decía Zapatero, en Liga de Campeones. Era chocante que los nuestros tuviesen tan buena salud cuando la inmensa mayoría de la banca mundial estaba literalmente quebrada. Se decía que era debido al magnífico papel de supervisión desempeñado por el Banco de España, pero eso tampoco casaba con las denuncias de pasividad que habían hecho pocos años atrás sus inspectores ante el gobernador Caruana y el Ministro Solbes. Y, desde luego, con el hecho evidente que cualquiera conocía, por muy poco experto que fuese en temas financieros: la salvaje financiación que nuestra banca había realizado a una de las mayores burbujas inmobiliarias de la historia.
¿Cómo era posible que no les hubiera dejado créditos sin cobrar cuando todo se vino abajo? ¿Cómo se explicaba que no tuviese problemas un sistema bancario que en 2007 solo recibía 0,76 euros en depósitos por cada euro de crédito que concedía (casi la mitad de lo que recibía en 2000, 1,43 euros)? ¿Cómo podía creerse que estaba, o que podría mantenerse en Liga de Campeones un sistema bancario que en ese mismo periodo había multiplicado por nueve el crédito a una actividad inmobiliaria que se estaba volatilizando, y que había pasado de recibir 78.000 millones de euros de financiación interbancaria europea a 428.000 millones, también entre 2000 y 2007? ¿Cómo se podía creer que no tenía problemas o que no los tendría pronto un conjunto de bancos que había financiado miles de préstamos hipotecarios a más del 100% del valor de la vivienda (en época de subida artificial de precios) o de préstamos a empresas también a más del 100% del valor de la inversión?
Y, sobre todo, ¿cómo podía creerse que estaban en buena situación si a la hora de la verdad habían dejado de dar créditos a las empresas y consumidores, dejando así que se hundiera nuestra economía?
La respuesta a estas paradojas es esencial para comprender lo que ha ocurrido en España y lo que nos va a suceder muy pronto.
Los banqueros tienen un poder extraordinario en Europa, en donde hacen y deshacen normas a su antojo, pero los españoles tienen en nuestro país una influencia política, mediática y social incluso mucho mayor que en otros lugares. Perdonan desde hace años los créditos a los partidos políticos, dominan la política editorial de los medios, influyen en las universidades y mantienen contratados a docenas de investigadores que difunden las tesis que les convienen. Así, no les debió resultar difícil convencer a los principales líderes políticos y de opinión de que su situación era buena. Sobre todo, cuando podían disimularla gracias a los cambios contables aprobados por la Comisión Europea, precisamente a instancias de la patronal bancaria. En particular, la “mentira piadosa”, como la califica el catedrático de Contabilidad Oriol Amat, que les permitía seguir valorando los activos dañados a su precio de adquisición y no al mucho menor del mercado en el momento de la valoración.
Esos trucos contables, las inyecciones de liquidez que los grandes bancos españoles recibieron en otros países y las demás ayudas que les dio el Estado permitieron manipular y disimular su situación patrimonial hasta el punto de aparecer como los más rentables del mundo. Lo dicho: Liga de Campeones.
Pero la realidad era otra y mucha gente lo sabía. Los bancos, todos, y no solo las cajas, estaban tocados del ala y en el fondo de sus balances había un deterioro estructural gravísimo como consecuencia de la crisis del ladrillo que ellos mismos habían provocado facilitando el endeudamiento explosivo de toda la economía. Un deterioro que tenía dos caras: la acumulación de activos (títulos de préstamos y créditos y propiedades inmobiliarias) que no ya no tenían ni mucho menos el valor que se les asignaba, y unas deudas con otros bancos extranjeros que sí seguían valiendo lo que inicialmente se había registrado: muchos cientos de miles de millones.
Si se hubiese puesto en claro esta circunstancia a medida que iban apareciendo activos con pérdida de valor, los bancos españoles se tendrían que haber ido declarando en quiebra porque las provisiones de las que tan orgullosos estaban los reguladores del Banco de España eran totalmente insuficientes. Y para evitar esa situación (que los banqueros sabían -o debían saber- ya en 2007 que antes o después se iba a producir) lo que trataron de hacer fue ganar tiempo para ir creando las condiciones que les permitieran finalmente quedarse con todo el mercado. Gracias a su gran poder político consiguieron que el PP y el PSOE asumieran una estrategia de reforma que poco a poco iba a permitirles que recobrasen el dominio de la situación y el equilibrio patrimonial. Se trataría de ir quitando de en medio a las cajas de ahorros, a quienes era mucho más fácil hacerlas culpables de todo lo que había ocurrido, en gran parte con razón, por la lamentable gestión de los políticos responsables de sus órganos rectores (aunque en realidad se debía a que habían dejado de ser auténticas cajas de ahorros para convertirse en clones de los bancos privados).
Si casi la mitad de los operadores del mercado que competían con los grandes bancos privados desaparecían o eran poco a poco absorbidos, los dos, tres o cuatro mayores de estos últimos quedarían reforzados sin necesidad de mostrar su insolvencia ni de pagar por sus irresponsabilidades. De este modo y a base de recibir ayudas del Estado, como ahora, es como ha ido evolucionando siempre el sector bancario español, cada vez más concentrado.
Pero la intranquilidad y los problemas han empezado a agravarse por lo que era previsible que sucediera: el proceso de fagocitación del mercado como estrategia para salvar a la gran banca privada sin que se le vean sus vergüenzas es muy lento, inseguro y a veces, como ha ocurrido con Bankia, incluso escandaloso.
Además, hay que tener en cuenta que el partido no solo se juega en campo nacional. ¿Se iban a conformar los acreedores europeos de la banca española con esta estrategia? ¿Estarían dispuestos a esperar? ¿Se van a arriesgar sabiendo que la política de austeridad va a deprimir por largo tiempo a nuestra economía y que eso va a acelerar el deterioro patrimonial de los bancos españoles y a dificultar el pago de su propia deuda?
Hasta ahora, los banqueros españoles han conseguido que todos nos creamos su gran mentira. O, al menos, que actuemos como si nos la creyésemos (porque basta hablar con responsables políticos y directivos económicos de cualquier ideología o tendencia política para oír a muchos de ellos decir que el rescate es inevitable por el gran agujero de los bancos). El gobierno de Zapatero se limitó a seguir el protocolo marcado por la gran banca incluso en los detalles más pequeños, desde el indulto final al decreto de vergonzosos nuevos privilegios aprobado también estando su gobierno ya en funciones. Pero el de Rajoy ha querido mover ficha jugando a mostrar la verdadera situación de la banca y está precipitando las cosas, porque su estrategia de reformas en unidosis y muy improvisadas solo ha servido para mostrar que la del sector financiero es mucho peor que la que se venía diciendo, y para hacerla quizá ya indisimulable.
Ahora solo queda saber lo que ocurrirá tras la auditoría solicitada y que, como todas, proporcionará resultados “por encargo”. Solicitar una evaluación objetiva a Oliver Wyman (que se “equivocó” cuando auditó a los bancos irlandeses considerándolos ejemplares poco antes de que tuvieran que ser nacionalizados, o que fue una de las garantes de los derivados de las hipotecas sub prime como productos muy seguros) es como es como pedir auxilio en el naufragio a quien no sabe nadar.
Así que para qué nos vamos a engañar: aunque la gente normal y corriente no sepamos el final, las autoridades ya lo han negociado porque en cuestión de banca nadie da puntada sin hilo. Pueden ocurrir dos cosas. O bien que hayan acordado ya que se siga mareando la perdiz porque las autoridades europeas (que posiblemente sepan la magnitud real del agujero) admiten que el rescate sería impagable para España y que quizá levantaría una auténtica polvareda social. O bien que se concluya que hasta aquí hemos llegado y que hay que tirar por fin de la manta que cubre las miserias de los bancos españoles.
Me parece a mí que esto último va a ser lo más probable porque, al fin y al cabo, los bancos españoles y extranjeros serían los beneficiados. Los auditores, como tantas veces, serán los que se encarguen de hacer la representación necesaria para que todo se nos presente de la forma más fácil de asumir.
Y aquí es donde estamos. Botín y compañía han dejado atrapada a España a base de irresponsabilidades y de mentiras. Van a terminar obligando a que España, como le ocurriera a Irlanda, tenga que asumir su rescate; haciendo que éste -que en realidad es la recapitalización de lo que los banqueros irresponsables han perdido jugando en el casino- se presente como la salvación de España; y obligando a que los españoles tengamos que sufrir nuevos recortes en derechos sociales y bienestar para que los ellos nos sigan gobernando y obteniendo beneficios a nuestra costa.
Espero y deseo, sin embargo, que las cosas no terminen ahí y que los banqueros no puedan respirar tranquilos en ese momento, como si se hubieran acabado entonces sus problemas. Lo espero y deseo en la confianza de un buen número de españoles, ojalá su gran mayoría, sean dignos y patriotas y que no perdonen a quienes han arrastrado a España a la ruina a base de mentiras para salvar sus privilegios políticos y económicos.»
Articulo de Xavier Sala i Martín » Peor Enemigo de España… »
A ver. Pensemos. Si el peor enemigo de un país diseñara un plan para destruir su economía, ¿qué haría? Supongo que intentaría destruir sus instituciones más importantes para sembrar la desconfianza entre los ciudadanos. De esta manera, éstos dejarían de consumir e invertir y la economía entraría en proceso de depresión profunda.
La estrategia podría empezar por desprestigiar a la primera autoridad del país (sea rey o presidente de la república) llevándole a cazar elefantes con una señorita alemana mientras su esposa se dedica a buscar huevos de pascua en Grecia. En medio de la cacería le obligaría a resbalar y a romperse la cadera para que tuviera que volver con urgencia a su país y así todo el mundo se enteraría de cómo se gasta decenas de miles de euros en un momento sus conciudadanos se hunden en la miseria. Eso, además de convertirle en la mofa de todos los programas cómicos de televisión y de radio, empezaría a sembrar dudas sobre la conveniencia de tener ese tipo de jefe del estado. Muchos pensarían en la abdicación.
Luego pondría a un gobierno sin la menor idea de cómo solucionar los problemas económicos de su país. De hecho, yo haría eso durante dos legislaturas seguidas y con partido distinto en cada una de ellas. Eso demostraría que la incompetencia no es de un solo partido sino de la clase política en su globalidad. Los sucesivos gobiernos negarían las crisis económicas y se quitarían de encima las responsabilidades dándole la culpa de todo a los extranjeros malignos. En lugar de anunciar un plan de acción global que diera confianza a los ciudadanos sobre su capacidad de sacarles del atolladero, marcando un rumbo claro y una estrategia sensata, anunciaría reformas a cuentagotas (por ejemplo una cada semana) y sin una coherencia de conjunto. Incluso se podría anunciar, sin que a nadie se le escape la risa, que se va a luchar contra la evasión fiscal en la misma rueda de prensa en la que se anuncia una amnistía fiscal para los evasores a gran escala. Ah! Y sería importante violar constantemente las promesas electorales que le llevaron al gobierno. Para destrozar el país, la gente tiene que perder la confianza en la democracia y en los políticos y la mejor manera de conseguirlo es el incumplimiento sistemático y patológico de todas las promesas electorales.
A continuación exigiría que todos los partidos del parlamento siguieran una regla simple: «vota siempre lo contrario de tu adversario incluso cuando tu adversario tiene razón», es más, «vota contra tu adversario, incluso cuando propone lo mismo que proponías tu en la anterior legislatura cuando los papeles de gobierno y oposición estaban cambiados». Es crucial que la ciudadanía pierda la confianza en la posibilidad de que los que mandan tienen algún tipo de principio que no sea «mantenerse en el poder y destruir al adversario a toda costa».
Seguiría por poner en cuestión a los más altos órganos del poder judicial. Suspendería de su puesto por espionaje al juez más mediático del país evidenciando la relación entre jueces e ideologías políticas. Y acto seguido, haría que el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial se gastara dinero público para financiar sus vacaciones privadas justo en el momento en que alcaldes, presidentes de comunidades, presidentes del parlamento y altos cargos de todas las administraciones del estado están siendo juzgados por corrupción, precisamente por esos tribunales. La desconfianza en la justicia es el mecanismo más seguro para hundir a un país.
Una vez desacreditado el jefe del estado, las altas esferas de la política y la justicia, iría a por las élites económicas. En este sentido, lanzaría un ataque contra uno de los empresarios más prestigiosos del país, posiblemente un banquero, y después de descubrirle cuentas de miles de millones de euros en paraísos fiscales, no le castigaría públicamente. Es más, haría que el gobierno indultara a uno de sus altos ejecutivos de unos cargos de los que había sido condenado en sentencia firme. Eso demostraría a todos los ciudadanos cazados y castigados por evadir unos cuantos euros de IVA cuando contrataron al fontanero para que arreglara sus cañerías, de que en este país todavía hay clases.
El siguiente paso consistiría en meter decenas de miles de euros de dinero público para evitar la quiebra de unos bancos y cajas que gestionaron pésimamente una burbuja inmobiliaria, justo en el momento en que pidiera sacrificios de miles de millones de euros a los ciudadanos. Es esencial que la gente confunda mercado con amiguismo a la hora de sembrar la desconfianza en las instituciones económicas.
Sin abandonar el terreno económico, pondría a un secretario de estado del partido del gobierno a controlar el Banco Central. Hay que demostrar que la entidad supervisora independiente es, en realidad, dependiente de los partidos políticos. Es más, obligaría al gobernador del Banco Central a hacer un tour por el mundo sacando pecho y explicando que el sistema financiero de ese país es el más robusto del mundo. Una vez hecho el bocazas, le obligaría a quedarse en su puesto para que asistiera a la descomposición en cámara lenta de ese «magnífico» sistema.
Tampoco pasaría por alto la oportunidad de obligar a la Comisión Nacional del Mercado de Valores a colaborar con el Banco Central para impedir que se publicaran las cuentas de una de los mayores Bankios del país, cosa que hubiera impedido que miles de ahorradores perdieran su dinero comprando acciones y preferentes de un animal que hace tiempo que está muerto por culpa de su mala gestión. Hay que conseguir que los ciudadanos de a pie pierdan sus ahorros si se quiere hundir al país y no hay que dejar pasar la oportunidad de que las entidades supervisoras que en teoría los protegen como el Banco Central y la CNMV, contribuyan a arruinarlos.
Y finalmente, impediría a toda costa que el capitán del navío saliera en la televisión, en horario prime time, a explicar a sus ciudadanos qué está pasando. Impediría que explicara por qué todas las instituciones del país se están deteriorando. Impediría que convenciera a los ciudadanos que los sacrificios que se están haciendo van a tener su recompensa. Impediría que animara a los que lo pasan mal y que diera confianza sobre el futuro de todos. Impediría que hiciera público su plan y el de sus socios europeos sobre cómo van a sacar al país del borde del abismo. Eso sería la puya definitiva: no hay nada que provoque más pánico a los pacientes que el silencio de los malos médicos. El doctor que crea confianza no es el que se esconde y calla sino el que sale a la palestra y, tras explicar claramente el diagnóstico, le revela al paciente la solución.
¡Si! Ese sería el plan que diseñaría el peor enemigo de uno. Curiosamente, y sin que tenga nada que ver, mientras escribía esta nota me ha venido a la mente un país aleatorio: España. Y releyendo la nota, creo que debo llegar a la siguiente conclusión: el peor enemigo de España… es España.
¡¡En que especie de inquietante pesadilla se na ha convertido el cuento!!
En esta caricatura de opereta bufa sobre la causa de la crisis patria, ¿además de políticos corruptos, banqueros avariciosos y promotores sin escrúpulos no faltan más personajes principales? Propongo: los irresponsables cenutrios con ínfulas de nuevo rico.
Claro, descerebrados de tan limitado caletre no pueden ser absolutamente responsables de nada. Ni siquiera de su propia vida: los políticos corruptos cayeron de naves extraterrestres, los avariciosos banqueros les obligaron, bajo terribles amenazas, a aceptar créditos repletos de cláusulas abusivas imposibles de devolver y, a regañadientes, se dedicaron, por millones, a comprar pisos sobre plano a los promotores sin escrúpulos.
Ahora sí: el círculo se ha cerrado.
Aqeuí van varios enlaces interesantes sin desperdicio. Que cada cual saque sus conclusiones, pero la verdad es que aciertan todo lo que está pasando hoy (socializar las perdidas a traves de las ayudas a los bancos y cajas, problema de endeudamiento privado frente al publico, necesidad de un cambio de modelo productivo, recortes sociales, recortes I+D, etc).
Arcadi Oliveres / Contrattacando
http://www.youtube.com/watch?v=JIHtxukLg2w&feature=related
Los mayores ladrones del tercer mundo.flv
http://www.youtube.com/watch?v=sGZPy8jYobs&feature=related
La verdad incómoda de Alberto Garzón al Ministro de Guindos. (16.02.2012)
Intervencion en el Congreso hace 3 meses.
http://www.youtube.com/watch?v=rXgbmeNpCfs
Alberto Garzón Espinosa en ’59 SEGUNDOS’ (julio 2011)
http://www.youtube.com/watch?v=YR-ufkb_CU4
Arcadi Oliveres / Contrattacando
http://www.youtube.com/watch?v=JIHtxukLg2w&feature=related
Pues yo no las veo tan claras. Trabajo en un Banco: instrumento necesario para que el dinero fluya, pues es complicado que alguien le preste dinero a su «vecino» para comprarse una casa, dándole el 80% de el valor de tasación, si su vecino le amenza con entregarle la casa cuando no pueda pagar. Lo mismo es aplicable para el dinero que se presta a las empresas, principal soprte del crecimiento económico de cualquier país. El problema está, como siempre en las personas. Habrá leyes «cojonudas» que si se aplican mal (por las «personitas») seran una mierda. La infromación es fantástico, con tíos como David, pero la mediocridad abunda por los esos lares. Políticos, periodistas, banqueros y bancarios, iglesia, abogados, médicos, directivos, etc.
La culpa es «nuestra», siempre tenemos excusa para saltarnos las leyes. Si se las saltan los demás es cuando criticamos a la «gente» (ese ente amorfo en el que nunca nadie se incluye).
La culpa es nuestra, porque no hay mád Davides en el periodismo, porque no hay más Davides en la banca en la política y en este puto mundo en general.
La culpa es mía que no mando a tomar por saco mi trabajo y me uno a un 15-M de «dignificados» y no de «indignados» contra no saben quién, un 15- M de regeneración de nosotros mismos, contra nosotros, que en definitiva deberíamos ser amos de nuestro destino. La clase «media» de los países desarrollados es una «mierda». Yo me inluyo!!!
taluego
Gracias David:
para complementar y ahondar en tu reflexion te adjunto 2 enlaces con la explicacion sintética de la estafa que supone esta crisis:
1) Como convertir la DEUDA PRIVADA en DEUDA PUBLICA explicado en 3 minutos (video youtube)
http://www.youtube.com/watch?v=L7Dnk5SzeTs
2) Articulo «La crisis, una estafa detrás de otra» de JUAN TORRES LOPEZ (Catedratico cde Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla, Consejo Científico de ATTAC España)
«La Real Academia Española de la Lengua define de dos modos el verbo estafar. Como pedir o sacar dinero o cosas de valor con artificios y engaños y con ánimo de no pagar, y, en sentido jurídico, como cometer alguno de los delitos que se caracterizan por el lucro como fin y el engaño o abuso de confianza como medio. Por eso yo creo que el término de estafa es lo que mejor describe lo que han hecho continuadamente los bancos, los grandes especuladores y la inmensa mayoría de los líderes y las autoridades mundiales antes y durante la crisis que padecemos.
Los Estados le dieron a los bancos privados el privilegio de crear dinero emitiendo deuda con la excusa de que eso era necesario para financiar la actividad de las empresas y los consumidores. Pero en los últimos treinta años, la banca internacional multiplicó la deuda para financiar los mercados especulativos y para ganar dinero simplemente comprando y vendiendo más dinero, y no para financiar a la economía productiva. Esta es la primera estafa.
Para disponer de recursos adicionales a los que le depositaban sus clientes, la banca ideó formas de vender los contratos de deuda y los difundió por todo el sistema financiero internacional. Pero al hacerlo, ocultaba que millones de esos contratos no tenían las garantías mínimas y que al menor problema perderían todo su valor, como efectivamente ocurrió. Actuando de esa forma y tratando de elevar cada vez más la rentabilidad de sus operaciones, la banca fue asumiendo un riesgo cada vez mayor que ocultaba a sus clientes y a las autoridades y que transmitía al conjunto de la economía. Esta es la segunda estafa.
Para llevar a cabo esas estafas, la banca recurrió a las agencias de calificación que actuaron como sus cómplices corruptos engañando sistemáticamente a clientes y autoridades indicando que la calidad de esos productos financieros era buena cuando en realidad sabían que no era así y que, por el contrario, se estaba difundiendo un riesgo elevadísimo porque eran, como se demostró más adelante, pura basura financiera. Esta es la tercera estafa.
Los grandes financieros consiguieron que los bancos centrales fueran declarados autoridades independientes de los gobiernos con la excusa de que éstos podían utilizarlos a su antojo y de que así era mejor para lograr que no subieran sus precios. Sin embargo, lo que ocurrió fue que con ese estatuto de “independientes” los bancos centrales se pusieron al servicio de los bancos privados y de los especuladores, mirando a otro lado ante sus desmanes. Y así, en lugar de combatir la inflación permitieron que se diera la subida de precios de la vivienda quizá más alta de toda la historia y constantes burbujas especulativas en numerosos mercados. Y lejos de conseguir la estabilidad financiera lo cierto fue que durante su mandato “independiente” también hubo el mayor número de crisis financieras de toda la historia. Esta es la cuarta estafa.
Para generar fondos suficientes para invertir en los mercados especulativos cada vez más rentables, los bancos y grandes financieros lograron, con la excusa de que eso era lo conveniente para luchar contra la inflación, que los gobiernos llevaran a cabo políticas que redujeran los salarios y aumentaran así los beneficios (que en su mayor parte van a ahorro en lugar de al consumo como le pasa a los salarios), y la progresiva privatización de las pensiones y de los servicios públicos. Esta es la quinta estafa.
Cuando el riesgo acumulado de esa forma estalló y se desencadenó la crisis, los bancos y los poderosos lograron que los gobiernos, en lugar de dejar caer a los bancos irresponsables, de encarcelar a sus directivos y a los de las agencias de calificación que provocaron la crisis, les dieran o prestaran a bajísimo interés varios billones de dólares y euros de ayudas con la excusa de que así volverían enseguida a financiar a la economía. Pero en lugar de hacer esto último los bancos y grandes financieros usaron esos recursos públicos para sanear sus cuentas, para volver a tener enseguida beneficios o para especular en mercados como el del petróleo o el alimentario, provocando nuevos problemas o que en 2009 hubiera 100 millones de personas hambrientas más que en 2008. Esta es la sexta estafa.
Los gobiernos tuvieron que gastar cientos de miles de millones de dólares o euros para evitar que la economía se colapsara y para ayudar a la banca. Como consecuencia de ello tuvieron que endeudarse. Como los bancos centrales están dominados por ideas liberales profundamente equivocadas y al servicio de la banca privada, no financiaron adecuadamente a los gobiernos, como sí habían hecho con los bancos privados, y eso hizo que tuvieran que ser los bancos privados quienes financiaran su deuda. Así, éstos últimos recibían dinero al 1% de los bancos centrales y lo colocan en la deuda pública al 3, al 4 o incluso al 8 o 10%. Esta es la séptima estafa.
Como los bancos y grandes financieros no se quedaron contentos con ese negocio impresionante, se dedicaron a propagar rumores sobre la situación de los países que se habían tenido que endeudar por su culpa. Eso fue lo que hizo que los gobiernos tuvieran que emitir la deuda más cara, aumentando así el beneficio de los especuladores y poniendo en grandes dificultades a las economías nacionales. Esta es la octava estafa.
Los gobiernos quedaron así atados de pies y manos ante los bancos y los grandes fondos de inversión y, gracias a su poder en los organismos internacionales, en los medios de comunicación y en las propias instituciones políticas como la Unión Europea, han aprovechado la ocasión para imponer medidas que a medio y largo plazo les permitan obtener beneficios todavía mayores y más fácilmente: reducción del gasto público para fomentar los negocios privados, reformas laborales para disminuir el poder de negociación de los trabajadores y sus salarios, privatización de las pensiones, etc… Afirman que así se combate la crisis pero en realidad lo que van a producir es todo lo contrario porque es inevitable que con esas medidas caiga aún más la actividad económica y el empleo porque lo que hacen es disminuir el gasto productivo y “el combustible” que los sostiene. Esta es la novena estafa.
Desde que la crisis se mostró con todo su peligro y extensión, las autoridades e incluso los líderes conservadores anunciaron que estaban completamente decididos a poner fin a las irresponsabilidades de la banca y al descontrol que la había provocado, que acabarían con el secreto bancario, con los paraísos fiscales y con la desregulación que viene permitiendo que los financieros hagan cualquier cosa y que acumulen riesgo sin límite con tal de ganar dinero… Pero lo cierto es que no han tomado ni una sola medida, ni una sola, en esa dirección. Esta es la décima estafa.
Mientras está pasando todo esto, los gobiernos, esclavos o cómplices de los poderes financieros, no han parado de exigirle esfuerzos y sacrificios a la ciudadanía mientras que a los ricos y a los bancos y financieros que provocaron la crisis no les han dado sino ayudas constantes y todo tipo de facilidades para que sigan haciendo exactamente lo mismo que la provocó. Gracias a ello, éstos últimos están obteniendo de nuevo cientos de miles de millones de euros de beneficios mientras que cae la renta de los trabajadores, de los jubilados o de los pequeños y medianos empresarios. Esta es la undécima estafa.
Mientras que constantemente vemos que los presidentes de gobiernos reciben instrucciones del Fondo Monetario Internacional, de las agencias de calificación, de los banqueros o de la gran patronal, la ciudadanía no puede expresarse y se le dice que todo lo que está ocurriendo es inexorable y que lo que ellos hacen es lo único que se puede hacer para salir de atolladero. Esta es la duodécima estafa.
Finalmente, se quiere hacer creer a la gente que la situación de crisis en la que estamos es el resultado de un simple o momentáneo mal funcionamiento de las estructuras financieras o incluso económicas y que se podrá salir de ella haciendo unas cuantas reformas laborales o financieras. Nos engañan porque en realidad vivimos desde hace decenios en medio de una convulsión social permanente que afecta a todo el sistema social. La verdad es que cada vez hay un mayor número de seres humanos hambrientos y más diferencias entre los auténticamente ricos y los pobres, que se acelera la destrucción del planeta, que los medios de comunicación están cada vez en propiedad de menos personas, que la democracia existente apenas deja que la ciudadanía se pronuncie o influya sobre los asuntos más decisivos que le afectan y que los poderosos se empeñan en imponer los valores del individualismo y la violencia a toda la humanidad. Esta es la decimotercera estafa.
Lo que ha ocurrido y lo que sigue ocurriendo a lo largo es la crisis es esto, una sucesión de estafas y por eso no se podrá salir de ella hasta que la ciudadanía no se imponga a los estafadores impidiendo que sigan engañándola, hasta que no les obligue a dar cuentas de sus fechorías financieras y hasta que no evite definitivamente que sigan comportándose como hasta ahora.»
Si, creo que la palabra correcta es estafa. No robo, pero sí estafa. También creo que, como dices, se pusieron de acuerdo unos pocos sobre como enriquecerse a manos limpias y luego se lo comentaron a sus amiguetes. El problema que veo es que estas ideas fueron importadas de EEUU, donde los «Chicago Boys» ya llevan mucho tiempo y han ido esparciendo sus ideas a aquellos poderosos que han querido tomarlas. Ciertamente, son muy tentadoras.
Yo creo que se tomaron en serio aquellas palabras de Lola Flores que decía algo así como «si cada uno de los españoles me diese una peseta, podría pagar mis deudas con hacienda», y se montaron su propio sistema de recaudación, pero en forma de créditos (y todo lo que ello conlleva, ladrillo sobre todo). La jugada es muy buena. Yo te vendo una casa; si en algún momento no puedes pagarla, te la embargo; yo la saco a la venta; si hay muchos embargos y no puedo hacer frente a la deuda de tantas casas, el estado me presta ayuda porque «no se puede dejar caer un banco»; con ese dinero le compro deuda al estado y saco mayor rentabilidad debido a que el interés es mayor; además, si esto no es suficiente, el BCE me presta el dinero al 1%, con el que compro deuda al 5%, y lo uso para sanear mis productos ladrillísticos; como a día de hoy dar crédito no es rentable y además arriesgado… que se jodan los demás. Soy un banco y tener pérdidas está muy mal visto.
Total, que se lo han montado de puta madre y además no son culpables de nada porque no hay leyes que tipifiquen lo que han hecho, y si las hay, ahora vas y lo demuestras.