Mi periódico pidió años atrás una colaboración a Camilo José Cela y el Nobel español dijo que lo haría por una cantidad de dinero. Cuando desde la redacción trataron de regatear el precio, su respuesta fue enviar el folio gratis y concluir el artículo diciendo que los escritores son como los toreros y las putas, “que pueden torear en festivales o joder de capricho, pero sin bajar los precios jamás”.
La anécdota viene a cuento porque se está poniendo de moda entre los medios españoles pedir artículos, fotografías y vídeos a cambio de nada. Se asume que los periodistas estamos tan desesperados como para trabajar de balde, quizá con la esperanza de que el cliente quede satisfecho con el servicio y vuelva a por más.
Solo que no vuelve o lo hace con las mismas condiciones.
El dinero que ofrecen los que sí pagan se ha reducido a cantidades tan indignas, tan desvinculadas del esfuerzo o el mérito del trabajo, que dan ganas de responder a lo Cela. No enviando el artículo gratis, sino al editor de turno a la mierda. Y los hay que se frotan las manos ante la implantación del periodismo de bajo coste, cabe pensar que porque no leen sus propias publicaciones. ¿Es posible que no hayan caído en que los periodistas, como las líneas aéreas, terminan ajustando la calidad del servicio al precio? ¿Que se les está forzando a producir periodismo de charcutería para sobrevivir?
Lo cuento desde la confortable distancia. Tuve la fortuna de arrancar en el oficio en una época de bonanza. Mi periódico, El Mundo, siempre me ha tratado bien. Pero los medios no pueden hacerse sin los buscavidas del oficio, los colaboradores y reporteros a la pieza que se fajan por conseguir las mejores historias y fotografías, porque les va el desahucio en ello. Hacen mejores a los que nos hemos acomodado en la nómina. Al medio al que se ofrecen. A la profesión.
Por eso es tan injusto que cientos de ellos lleven meses sin cobrar o que se les sugiera que trabajen gratis, diciéndoles que su trabajo no vale nada. “Es la crisis”, dice la canción que sale de los despachos. Aunque nadie recuerda que en tiempos mejores alguien descolgara el teléfono para decir: “Oye, va todo tan bien que hemos decidido pagarte el doble por el último reportaje, ese en el que casi te vuelan la cabeza en Kandahar”.
La crisis sirve para faltar el respeto a los profesionales y a los lectores. Para enviar a la gente a cubrir guerras sin un seguro. Para pedir que se escriba del Congo desde Alcobendas, sin dejar de enviar a tres reporteros a cubrir un partido de fútbol y a media redacción a la última boda de la tontocracia. La crisis sirve para despedir a veteranos del oficio que solían hacer una cosa bien (PERIODISMO) y sustituirlos por jóvenes más baratos y explotables que hacen cinco al mismo tiempo, ninguna periodismo.
Solía decirles a los futuros reporteros que habían elegido la mejor profesión del mundo. Una con mucha precariedad, cierto, pero también una de las pocas que no conocen el paro. “Nadie sabe de una gran exclusiva o reportaje que no se haya publicado”, dije en alguna facultad. “Coge la maleta, vete a un lugar del mundo donde estén pasando cosas y empieza a contar historias. Lo peor que te puede pasar es que aprendas, de periodismo y de la vida”.
Por primera vez dudo de la validez del consejo. ¿Irse dónde si cada vez interesa menos lo que pasa más allá del vecindario y la pelea de gallos que es la política nacional? ¿Vender qué historias si el dinero que se ofrece no paga el taxi, difícilmente el recibo de la luz? ¿A aprender qué si lo que se pide desde muchas redacciones es rapidez y cantidad, despreciando la calidad?
Quizá Cela tenía razón y los periodistas están destinados a ser como las putas: trabajando sin horario ni garantías, a menudo de noche, ofreciendo sus servicios al mayor número de clientes posible y soportando a los aprovechados que tratan de regatear los precios o intentan que el servicio les salga gratis, prometiendo traer dinero y respeto en una próxima visita. Solo que no vuelven o lo hacen olvidando ambos. Otra vez. @DavidJimenezTW
Enhorabuena por el post. Muy bueno.
Saludos
Que suerte teneis los periodistas, que podeis contar vuestras historias aunque sean tan tristes como esta. Que desgracia para tantos y tantos trabajadores, que se encuentran en las mismas circunstancias y sólo pueden publicarlo en un banco del paseo.
Apoyo totalmente el contenido de tu artículo, como periodista desconocido, humilde y frustrado que soy.Sin embargo no creo que el pobre Camilo José Cela hubiera pasado hambre cobrando un poco menos, Una cosa es cobrar menos de lo que se espera por ser famoso y otra es NO cobrar…
Lo que cuentas es más que cierto y aplicable a casi todas las profesiones que conozco.
Un saludo.
Muy buenas David,
Yo soy un joven que sueña con estudiar periodismo y vivir de ello, pero cada vez más, personas que se dedican o se han dedicado a ello me dice que no lo haga, que estoy a tiempo de elegir otra opción. Soy cabezota y además masoca, creo que lo estudiaré con dignidad y con interés, para al menos, tener un sueldo normal del que vivir y alimentar a mi familia en un futuro, nada de ganar burradas como Manolo Lama y demás, al menos, algo
Un abrazo!! ;)
El problema es que no hay trabajo, ni con sueldo digno ni sin él… Con un sueldo «normal» como tú dices en el mundo del periodismo te podría llevar a casa 600 euros, el salario mínimo, y con eso no come nadie….
Estimado Nacho, no te mires en Manolo Lama ni en ninguno que trabaje en Deportes de las grandes emisoras. Créeme, ese sector no representa la realidad. Sé práctico, estudia algo:
1. Que haya trabajo
2. Que te guste
Y el uno siempre por encima del 2. Si quieres trabajar, claro.
15 años soportando precariedad para terminar colaborando y trabajando en algo que no es lo que estudié. 15 años de Felicitaciones por tu talento y contratos temporales. 15 años demostrandome a mi mismo lo buen periodista que creo que soy y que el sistema no me permite mostrar. David he llorado de emoción con tus letras. Gracias.
Gracias colega, por generar articulos como este. No se puede ser más claro con el trato que recibimos en nuestra profesión, con los precios totalmente por los suelos y periodistas sustituidos por seudoperiodistas.
Creo que va llegando la hora de reclamar dignidad y prestigio a una profesión que va perdiendo dichas cualidades a pasos agigantados.
¡Gran artículo!
Felicidades por el artículo David. Tengo 56 años y llevo más de 26 con una cámara al hombro.
En el año 87 ganaba 300€ por una noticia. El Domingo pasado me negué a grabar un partido de futbol por 60€, con equipo ENG Brodcast y vehículo propio.
Pero estoy seguro que alguien lo hizo por ese precio.
Los periodistas con los que he trabajado en toda mi vida profesional, por lo general son tratados indignamente por sus jefes, obligándoles a falsear noticias, incluso a borrar totales de la cinta si no estaban con la linea del programa.
Me entristece recordarlo.
Coño!, gracias por esta valiente reflexión, David, más aún en este panorama que justifica no hablar de esto en los medios por aquello de que perro no come carne de perro y otras excusas que gritan el silencio asustado o cómplice de unos u otros
Yo, licenciado en Periodismo, abandoné la profesión antes de ejercerla. No merece la pena ni escribir sobre ello. Es imposible volver a lo que fue y no hay que lamentarse. La culpa no siempre es de los dueños. Anda que no hay jefecillos ineptos de medio pelo en las redacciones que bloquean a la gente que vale. Entre enchufes, gente que aprueba la carrera por estudiar mucho sin saber ni escribir, y aglomeraciones por ser de las carreras más fáciles de aprobar, está claro. Todos no cabemos. Internet no es un problema sino una solución. Gracias a Internet hay más oportunidades para poder llevar a cabo este hobby, que no es más que eso, un hobby. El que quiera indignarse que se indigne pero ¿acaso pensaban que los lectores y medios se iban a multiplicar e iba a haber dinero para todos? Ahora me dedico a la comunicación. La cuestión es sobrevivir. El día que consiga un enchufe empezaré a ser periodista. Sí, soy puta también. A lo mejor algún día me encuentro en una situación tan cómoda que me podré dar el lujo de despotricar sobre los males del periodismo desde mi cómodo rincón de la redacción de El Mundo o de El País o de cualquier otro panfletucho que pague bien.