Ahora que los traidores pretenden pasar por héroes y el amor al país se mide por el tamaño de la bandera, en lugar de las acciones, haríamos bien en seguir el consejo de George Washington y no dejarnos engañar por “las imposturas del patriotismo fingido”.

No, no eres un patriota si robas el dinero que tus ciudadanos te entregaron para que construyeras hospitales, aceptando prebendas y repartiéndote sobresueldos. Patriota es el médico que podría estar ganando el doble en una clínica privada y hace guardia en la pública.

No eres un patriota si mantienes dinero en paraísos fiscales para no pagar tus impuestos. Patriota es el policía que, tras jugársela durante cuatro décadas de servicio, se marcha a su casa sin esperar nada más que una pensión digna.

No eres un patriota si pactaste con el nacionalismo más desleal cuando te interesó y te pones el primero de la fila ahora que tienes algo que ganar. Patriota es el que, pudiendo haberse exiliado tras años siendo tratado como ciudadano de segunda en su tierra, eligió quedarse.

No eres un patriota por darle la razón a tu Gobierno sin importar lo que haga, o a tu partido político porque crees que es de tu bando, mirando a otro lado cuando se corrompen. Patriota es ese funcionario que hace lo correcto, día tras día, aún sabiendo que la promoción se la llevará el mediocre que sólo se trabaja el despacho del jefe.   

No eres un patriota por gritar o escupir a quienes declaran ante un juez o van a la cárcel acusados de querer romper el país. Patriota es el juez que, sin atender a presiones ni griteríos, toma las decisiones teniendo en cuenta nada más que la ley.

No eres un patriota si te pasas el día fomentando la división del país, propagando sectarismo y odio desde tu tertulia, tribuna o micrófono. Patriota es el periodista que, a pesar de la precariedad y las presiones del poder, tiene el coraje de informar con independencia.

Y no, no eres un patriota porque lo digas, lo grites o lo exhibas con una bandera más grande. Lo eres si te comportas con la dignidad que exiges a tus políticos, si eres capaz de sentirte orgulloso de tu país cuando lo merece, censurándolo si no lo merece, y estás dispuesto a defender que ese país que tanto dices querer es lo suficientemente grande para que quepan en él quienes no piensan como tú. Entonces, y sólo entonces, podrás decir que eres un verdadero patriota.