Los españoles ven una media de cuatro horas de televisión al día. Uno de cada tres nunca lee libros. Venía pensándolo al escuchar a nuestros políticos lamentar la muerte de Gabriel García Márquez, a pesar de que forman parte del segundo grupo. Nadie duda ya de que estamos gobernados por iletrados, aupados a sus puestos gracias a conspiraciones de partido, prebendas y amiguismos. Con esa particularidad tan española: lejos de disimular su ignorancia, los nuestros la exhiben con orgulloso desparpajo.
Empieza a parecer fútil insistir en la mediocridad de la actual casta política o la complicidad de una ciudadanía que la perpetúa con su voto. Pero debería preocuparnos lo que vendrá después. No somos conscientes de lo mucho que vamos a pagar el abandono de la educación y las dos décadas de telebasura con las que hemos bombardeado a la generación que supuestamente debería mejorar las cosas. Los mayores productores de inmundicia televisiva se ofenden mucho cuando se les recuerda su responsabilidad, negando tener alguna. “Le damos a la gente lo que quiere”, aseguran, como si en algún momento hubieran ofrecido una alternativa de calidad. No entienden que, como recuerda mi admirada Rosa María Calaf, el televisor no es una tostadera. Lo que escupe contribuye decisivamente a la decadencia cultural y el embrutecimiento de un país.
Los mayores de 40 recordarán la época en la que solo había dos canales y los payasos de la tele lo eran de verdad, con el humor inteligente de Miliki y compañía. La televisión sigue siendo una fábrica de payasos, ahora decadentes y sin gracia. Basta acostarse con alguien y estar dispuesto a contarlo para ocupar con honores un lugar en el prime time. El grado de putrefacción hace que uno mire con nostalgia los tiempos en los que los directivos programaban su contenido más zafio de madrugada, quizá avergonzados de la indignidad de la oferta. Ahora les pasa como a los políticos ignorantes: no tienen que disimular. La audiencia ya ha sido formada, educada y preparada para soportarlo todo, a cualquier hora. Como en el circo romano, pide más carnaza. Y, ¿quiénes son ellos para negársela?
La última conquista de la telebasura son las tertulias periodísticas. Hay algunas que mantienen las formas, pero se va imponiendo la moda de sustituir la palabra por el griterío, el argumento por el insulto, la información por la propaganda y a los periodistas por casi periodistas, de quienes se espera que entretengan al personal. Una tangana o un comentario lo suficientemente idiota garantizan regresar la próxima semana. Casi puedes imaginar a los políticos disfrutando del espectáculo desde sus sillones, encantados de que el gentío disponga de una nueva distracción mientras ellos siguen saqueando el país y lamentando la pérdida cultural que supone la muerte de un escritor al que nunca leyeron.
«Encuentro la televisión un invento muy interesante: cuando alguien la enciende, cojo un libro y me voy a la habitación de al lado» (Groucho Marx)
Soy de las que piensa, si te dedicas a una cosa hazla con criterio, no vendas por ganar, pues el dinero ha de tener un valor, si se le da más importancia de la que tiene, nos come, nos hace esclavos.
Con lo que, es toda responsabilidad de las cadenas, lo que por ellas se emite… No vale que la audiencia pida, pues salen programas y programas, concursos y concursos, va habiendo audiencia para todos… con lo que hacer un programa con unos mínimos de decencia, de valores, de respeto, es la responsabilidad que han de asumir.
Por otra parte, lo de las tertulias periodísticas, estoy contigo, cada vez suben más de tono, se convierte en un circo de lo más grotesco, lo peor, es que si llevan a alguien que no está muy al día de sus tejemanejes, van a destruirlo, no a escucharle… Los periodistas, corrige me si me equivoco, han de ser personas con un criterio muy claro, informar, y si quieren hacer demagogia, que quede muy claro, en ese momento no ejercen de periodistas si no que dan una opinión, como toda opinión, han de tener en cuenta, que puede ser, es más, ha de ser cuestionada, para ampliar horizontes de todos, incluso del que da una opinión, que tal vez, no se ha hecho según que preguntas, ni ha visto a través de los ojos de otros, con lo que se puede cambiar de criterio, sin por ello, sentir que se mete la pata, sino que es lo más loable que puede hacer cualquier persona, sobretodo si es algo inteligente.
Toca, intentar promover otro tipo de prioridades, no las que hacen por ser más sencillo, manipular, asalvajar al personal, que asumir la responsabilidad de un trabajo, investigar, encontrar la manera de ayudar, educar, promover valores, tener criterio de verdad…
Gracias por escuchar
Blanca, en primer lugar: estoy de acuerdo contigo.
Ahora, debo reconocer que desgraciadamente:
Responsabilidad, decencia, respeto, investigar, ayudar y educar son valores a la baja en nuestra sociedad. Alguno te llegaría a preguntar que «qué es eso» sobre alguno de esos valores.
Manipular, asalvajar, hacer demagogia son valores al alza en esa misma sociedad nuestra.
Por otro lado he de decirte que «vender por ganar (a costa de lo que sea)» también es un criterio.
Ahora debo decirte que no me gusta que sea así. Así que nos toca reflexionar para ver donde está el fallo y como se puede solucionar poco a poco.
No es fácil.
Un cordial saludo.
Si Rosendo Mercado tuviera la cobertura mediática de Belén Esteban o David Bisbal, hasta mi abuela sería fan. No dan a la audiencia «lo que quieren». Al igual que la publicidad, bombardean a los espectadores con personajes inanes hasta que generan su demanda. Una vez conseguida, la excusa es que «el público lo exige». Nadie pide ni quiere lo que no conoce. ¿Quién iba a demandar a Belén Esteban hasta que se la convirtió en objeto de culto mediático zafio?
David, te sigo y respeto como periodista desde hace muchos años, pero esta vez estoy muy en desacuerdo. Tenemos la tele que tenemos porque la audiencia respomde favorablemente a ella. No podemos pedirle a medios privados que sacrifiquen su negocio para educar a la población.
Bien es cierto que hay ejemplos de que la calidad puede triunfar, pero no es tan fácil conseguirla o simplemente no es tan rentable.
Quuen debe cambiar esto es la audiencia, es decir, una vez más pienso que este problema es de responsabilidad ciudadana y no de unos entes malignos que nos quieran idiotizar.
David, me parecen fatal tus comentarios y son una falta de respeto a señores tan ilustres, y versados en todo tipo de materia, como «Ramoncin», perdón Ramón. La verdad es que da gusto leerte, pero es un consuelo muy pobre cuando ves como se derrumba todo a nuestro alrededor…
Un abrazo enorme, chaval.
Me gustaría que alguien hiciera un estudio sobre el daño social de programas como Sálvame en los que todo vale y cuanto más morboso y degenerado mejor.
Pero lo peor no es eso, sino los enormes niveles de audiencia que tiene.
acertadas lineas…. Asi es una sociedad de políticos muy mediocre. Como decías en «report» tuyo de no hace mucho…’el triunfo de los mediocres’
abrazos
Hola a todos.
La verdad es que describes muy bien la realidad de la televisión actual. Cada día la veo menos. Me parece lamentable que haya periodistas, sí periodistas, que se hacen un tour desde las 9 de la mañana, o incluso antes, hasta las tantas de la madrugada para hablar de cualquier tema. Los llamo todólogos: saben de todo, sientan cátedra en todo y son capaces de hablar o gritar de cualquier cosa sin rubor. Me pregunto: cuándo leen, cuando escriben… Y no me vale la frase de que es lo quiere la audiencia, es lo que quieren ellos y lo que les conviene. A mayor ignorancia, mayor manipulación.
¡Saludos y feliz semana!
María Pajarón
bien…Maria
Saludos David, saludos a todos.
Te felicito por los contenidos de tus «posts». directos y críticos con la realidad que nos rodea.
En cierta línea con lo que apuntas, recomiendo la película IDIOCRACIA, de Mike Judge (2006), así como una reflexión posterior.
Xavier Resa
Pues es triste ¡¡ pero creo que tienes razón ,¡ Hay que echarle valor para ver la tele y que no se te revuelvan las tripas ..¡¡ yo solo veo noticias…hace ya varios años ¡¡,Un saludo ¡