En un palco donde estaban los dirigentes de un Gobierno autonómico decadente y el vicepresidente español de una FIFA enfangada por el escándalo, la pitada se la llevó un rey que apenas ha cumplido un año en el trono y al que no se le conoce mancha. Cualquiera diría que es a Felipe VI a quien han descubierto fortunas en Andorra o amañando la elección de Mundiales de fútbol. Una pitada más coherente habría ido dirigida a esa casta política que cada vez que pide a los catalanes que miren a otro lado –Espanya ens roba-, aprovecha para birlarles la cartera.

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