Demagogo si te preguntas por qué un gobierno que entrega 100.000 millones de euros a la banca no encuentra dinero para ayudar a miles de dependientes. Demagogo si ves contradictorio que un país que vuelve a emigrar en busca de trabajo reciba a balazos (de goma) a quienes nadan hacia su costa buscando las mismas oportunidades. Demagogo si te ofende ver a decenas de reporteros cubriendo las vacaciones de la familia real y a tan pocos entrevistando a los perdedores de la crisis. Demagogo si te sorprende la capacidad de tantos para movilizarse cuando creen que el árbitro les robó un partido de fútbol, pero ninguna cuando sus gobernantes saquean el dinero de sus impuestos o recortan sus pensiones. Demagogo si te resulta absurdo que tu país se arrodille ante dictaduras como la china -o venda sus principios a monarquías misóginas de Arabia- y calle cuando pueblos amigos son reprimidos. Demagogo si te sorprende que se ayude al principal banquero del país a regularizar los 2.000 millones de euros que su familia guardaba en Suiza, a la vez que se exprime al que paga lo que le corresponde. Demagogo si habrías gastado los 500 millones de euros que ha costado un submarino que no flota en becas para los 30.000 universitarios que no pueden pagar sus tasas; las millonarias subvenciones de los partidos políticos en sanidad; y los sueldos de miles de cargos inútiles en profesores de escuela. Demagogo si te indigna que en un país con la mitad de su juventud en paro, la clase política no conozca el desempleo. Demagogo, me lo llaman mucho últimamente.

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