De todos los improperios que de vez en cuando dejan los lectores en la sección de comentarios, a veces con motivo, me llama la atención especialmente el de “antisistema”. Uno creía ser todo lo contrario: prosistema. Muy a favor de un sistema donde las leyes se aplican a todos por igual, no en función de la posición económica o política. A favor de un sistema de televisión pública al servicio de todos y no del gabinete de prensa del partido de turno. A favor también del sistema judicial, preferiblemente independiente y sin el compadreo político al que acostumbra. Y a favor, incluso, del sistema financiero: uno en el que los bancos no salgan a bolsa facilitando cuentas falsas para embaucar a los inversores, los grandes banqueros no reciban privilegios para regularizar fortunas no declaradas en Suiza, el consumidor no sea estafado y las entidades no dejen en la calle a quien se retrasa unos meses en el pago de la hipoteca, mientras reciben ayudas de sus impuestos.

Diga usted algo de esto y le llamarán antisistema. Es más: se lo llamarán los políticos, banqueros, empresarios, golfos y trincones que más han hecho por corromper el sistema. La confusión carecería de importancia, si no fuera porque esconde la más trágica de las consecuencias de la crisis: los millones de parados, los sacrificios impuestos, la destrucción de sueños personales, esa generación de jóvenes desperdiciada, el deterioro de los derechos sociales, todo va camino de no haber servido de nada. Se ha recortado en todo, sin reformar nada. Se ha exigido todo, a cambio de nada. Por parte de una casta política y económica que tiene la determinación de mantener el sistema en su actual estado de putrefacción. Queda mucho por saquear. Impunidades por mantener. Corrupciones que tapar. Silencios que comprar.

Quienes controlan el timón saben que el barco presenta graves desperfectos, pero asisten a la zozobra general desde la seguridad del bote salvavidas. Piden a los pasajeros de tercera, los que tienen el agua al cuello, que se sacrifiquen un poco más por mantener la embarcación a flote, dándoles tiempo a arramplar con lo que queda. Y si alguien levanta la voz, o protesta, le dicen airados: «No sea usted antisistema». @DavidJimenezTW