La primera vez que visité a los hombres jaula de Hong Kong fue en 1998. Uno de los apartamentos de un viejo edificio de la calle Fuk Tsun, en el barrio de Mongkok, había sido dividido en un centenar de celdas enrejadas de tres metros cuadrados cada una. Ancianos, parados y dementes se acurrucaban en sus pequeños cubículos, formando una surrealista pajarería humana. Los hombres jaula siguen siendo, 14 años después, uno de los secretos peor guardados de Hong Kong.

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