Ves a bomberos luchando sin medios contra el fuego y a políticos que dan lecciones de austeridad sin aplicarse ninguna. A personas recogiendo sobras en los supermercados y a usureros enriqueciéndose sobre las cenizas de sus ahorros. A una anciana sentada en mitad de la calle junto a sus pertenencias, después de haber sido desahuciada. Y temes que se acerca el día, si no ha llegado ya, en el que consigan llevarse lo último que mantiene a una sociedad en dificultades en pie. Dignidad, lo llaman.  

Lees que amas de casa que no llegan a fin de mes se están viendo forzadas a hacer la calle. No porque carezcan de dignidad, sino porque les sobra para hacer lo que haga falta para sacar a los suyos adelante. Te cuentan la historia del trabajador que ha tenido que dejar su empleo porque no podía costearse la subida del transporte público, decidida por la casta que se desplaza en limousine. Te enteras del cierre de colegios y del despido de profesores,  mientras políticos glotones pretenden cobrar a los alumnos en apuros por traerse el almuerzo de casa. Y temes que estén ganando.

Entonces ves a esos bomberos sin medios jugarse la vida por salvar la vivienda de alguien a quien no conocen. A vecinos que se unen para defender a la anciana desahuciada. A trabajadores que tras años cumpliendo con su tarea, y con la del compañero que no se presenta a cumplir con la suya, siguen haciendo el esfuerzo. Aunque este año no haya paga extra. Aunque al llegar a casa, sentados frente al televisor, los noticiarios les restrieguen cada noche la impunidad de los que nos han llevado hasta aquí.

Y te acuerdas de aquella canción de Deacon Blue que contaba la historia de un barrendero que no se deja vencer. Ha trabajado toda la vida honestamente en su municipio, ignorando las burlas de los niños que lo ven pasar y ahorrando el poco dinero que puede en una caja. Su sueño es reunir algún día lo suficiente para comprarse una pequeña barca con la que salir a navegar. Dignidad, piensa llamarla.

@DavidJimenezTW