Hay una frase hecha que dice que no está bien alegrarse de la muerte de nadie. Perdonarán que la deseche y admita abiertamente que he celebrado la del dictador norcoreano Kim Jong Il. Solo siento que no hubiera llegado antes. Antes de que hubiera ejecutado a quienes se le oponían. Antes de que enviará a miles de inocentes al gulag. Antes de arruinar su país y transformarlo en el lugar más triste reprimido cerrado cruel del mundo. Y antes, también, de haber reducido a todo un pueblo a una convención de plañideras.

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